jueves, 10 de enero de 2008

Mis Llantos

¡Si carajo! ¿Quien no ha llorado? Y el que no, pues que aburrido.

Hago esta entrada como tributo a las aguas emanadas de mis lagrimales y mas que nada porque hace mucho que no escribo.

Cuando era un niño las veces que lloraba eran por berrinches o cosas estúpidas de infante. De las que más recuerdo era cuando tenia alrededor de 2 años y el motivo era porque mi mama se iba a trabajar ¿Qué ñoño, no?, pero era una impotencia de no tenerla y además era coraje porque siempre se iba a escondidas y sin avisar, ¡que frustrantes aquellos tiempos! Años después me alivio saber que le partía el alma oírme y verme chillar, decía: “sentía horrible oír tus piecitos corriendo hacia la puerta”. Que bueno es que se comparta ese sentimiento.

Otras ocasiones que tengo muy presentes fueron por el divorcio de mis papas a mediados del 96. Esas ya fueron un poco mas intensas, que además de llanto estaba en un estado muy extraño, me sentía muy apartado, solo y preocupado, terminaba horas tirado en la regadera con la mente en blanco y los ojos hinchados, preguntándome miles de cosas que no lograba comprender y que hasta ahora poco a poco me voy dando cuenta como problemas y frustraciones de adultos, el carácter de mi papá como el de mi mamá y el de mi abuela paterna que vivió mas de nueve años con nosotros, así como tantos otros. En fin, esa etapa ya la supere.

En la pubertad no me lograba acostumbrar a la escuela, me enfadaba si estaba mucho tiempo con mis amigos o mucho tiempo en mi casa, sentía frustración y por ende… a derramar lágrimas cual vil princesa, jajaja, lo bueno es que después de todos esos momentos de tristeza concebía una gran paz, entre mi soledad me quedaba tranquilo y ligeramente olvidaba poco a poco esos feos momentos.

De las pocas veces que he llorado de alegría fue una vez que regrese de un viaje a chihuahua y al ver a mi papa y a mi hermano no me pude contener, ya que por esos tiempos mi mama quería estar conmigo, pero yo con mis dilemas dignos de puberto y la influencia de mi abuela paterna me inclinaba hacia el cariño de mi papa.

Cuando decidí irme a vivir con mi madre en el 2000, la adaptación a una nueva vida no fue fácil, hacer nuevos amigos y andar por nuevos rumbos, pero a la larga se volvió divertido; tuve mi primera novia, la cual presencio uno de mis espectaculares dramas (jejeje).

Y continuando con el tema de las mujeres, fue mas adelante (a los 19) cuando conocí a Fany, amiga de la que me termine enamorando, y la culpable de que una vez tuviera un arranque de descontrol en una tremenda borrachera y que terminara con la rodilla lastimada y cacheteado por doña veggie (mi mama… que esa es otra historia).

Las más recientes fueron ya aquí en el DF gracias a un aparato llamado “Stac”, el conmutador del panda show, y mi torpeza provinciana, ya que era bastante la presión del programa y había que estar sumamente concentrado, cosa que me cuesta mucho trabajo aun.

Últimamente he aprendido a controlar la nostalgia, o más bien dicho, no tengo mucho tiempo para ponerme melancólico. Y vaya, el entorno en el que vivo te hace forjar un carácter, así que cada vez son menos frecuentes mis momentos de drama.

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