lunes, 28 de febrero de 2011

Chinga tu madre Chivo!

Cierto día, estaba jugando fútbol en una unidad deportiva con unos amigos, por esas fechas cursaba la primaria, no recuerdo si quinto o sexto. Esa tarde nos aburrimos de jugar Mario Kart en la casa del chivo y nos lanzamos a las canchas que estaban a una cuadra. Ya entrados en el juego, nos tomábamos la libertad de gritar tanta grosería se nos ocurría "Pásamela pinche pendejo", "Anota un pinche gooooool, culero", "Vete a la verga", a cualquier frase le agregábamos un improperio, no se si se escuchaba mal y tampoco nos importaba, era divertido y punto.

Siempre que había la posibilidad de largarme de mi casa lo hacía, casi diario. Mi mamá salía de trabajar a las 4 de la tarde, ella sabía que yo no estaba en mi casa haciendo tarea o el quehacer a esa hora, entonces la mayoría de veces pasaba a buscarme primero. Chale aún me da coraje el por qué hacía eso!.

En esa ocasión, yo estaba de portero y el chivo, en el equipo contrario de delantero. Todo iba bien hasta que me metió un gol y le grité "¡Chinga tu madre chivooooo!", el pedo es que yo no me había dado cuenta que mi jefa nos estuvo observando por unos minutos hasta que mis cuates comenzaron a reírse y a verme como diciendo "Uh ya valiste madres" me saqué de onda porque se paró el juego y porque Hugo me dijo "Güey ahí está tu mamá" al mismo tiempo que se burlaba con una sonrisa cínica. "Puuuuuta madre" pensé, al mismo tiempo que me gritó "Ah que bonito muchachito" con un tono retórico y enfadado, no bastando con eso, invitó a todos mis amigos a darnos una clase de buenos modales y educación, yo me quise anteponer diciéndole "Y ahora qué, qué quieres?" con enojo y corriendo hacía ella como tratando de evitar que nos sermoneara a todos. No sirvió, pues mis amigos fueron al llamado de la leona asustados e incrédulos.

No recuerdo que tanto les dijo, porque yo de inmediato me separe y traté de evitar y parar la embarazosa regañiza refunfuñando y haciendo berrinche, lo cual fue en vano, supongo yo porque mis amigos sólo se quedaron para tener material con que chingarme después. Transcurrido su choro mareador me habló y me indico que nos teníamos que ir de nuevo con su tono de imposición. Ni pedo, me tuve que retirar y aguantar la carrilla a la que me sometieron los cuates con la mirada.

Estaba que me cargaba la chingada de coraje y vergüenza en el coche y de camino a casa, me sentía humillado. Mi mamá no me dijo nada hasta llegar, y fue mínimo, algo así como "Ya ni la friegas, estás castigado", ya se me olvidó.

Nunca he podido entender por qué carajo hacen eso los papás, total, la educación que se da entre la familia es lo que se siembra, los amigos y la influencia que estos imponen llegan y se van, no creo que trasciendan las "malas palabras" en una cascarita.


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